domingo, 2 de agosto de 2009

En espiral

Photobucket


Era una niña la que miraba hacia afuera. Sonreía con la boca, y en los ojos tenía una llamita azul y quieta que no decía nada. Miraba sin ver, y el sueño de su vida se había muerto en la memoria de las cosas que nunca pasaron.

Un día comiendo castañas se tragó una culebrilla minúscula. Con el tiempo había ido creciendo y campaba a sus anchas por las entrañas de la niña. Vivía con ella en todos los sentidos. Cuando estaba emocionada, se arremolinaba en el estómago brincando con locura. Si pensaba, le subía a la cabeza y daba vueltas como una corona móvil en la frente.

Pero eso era antes. Ahora hacía ya tiempo que la culebra se había enroscado en una complicada espiral entre el pecho y el estómago. A veces latía, y las llamitas de los ojos se volvían blancas porque la niña pensaba en vomitar por los ojos todo lo que con éstos había consumido. Entonces cerraba la mirada y con las manos apartaba las gotas anaranjadas que le quemaban las mejillas.

Cuando acababa –a los dos minutos, más o menos– dejaba caer las manos y morir la culebra.



PD. Leyendo (por fin) Industrias y andanzas de Alfanhuí, de Rafael Sánchez Ferlosio.

"¿Sabes de colores?".