Un día comiendo castañas se tragó una culebrilla minúscula. Con el tiempo había ido creciendo y campaba a sus anchas por las entrañas de la niña. Vivía con ella en todos los sentidos. Cuando estaba emocionada, se arremolinaba en el estómago brincando con locura. Si pensaba, le subía a la cabeza y daba vueltas como una corona móvil en la frente.
Pero eso era antes. Ahora hacía ya tiempo que la culebra se había enroscado en una complicada espiral entre el pecho y el estómago. A veces latía, y las llamitas de los ojos se volvían blancas porque la niña pensaba en vomitar por los ojos todo lo que con éstos había consumido. Entonces cerraba la mirada y con las manos apartaba las gotas anaranjadas que le quemaban las mejillas.
Cuando acababa –a los dos minutos, más o menos– dejaba caer las manos y morir la culebra.
PD. Leyendo (por fin) Industrias y andanzas de Alfanhuí, de Rafael Sánchez Ferlosio.
"¿Sabes de colores?".
8 comentarios:
Anda.. Y el cuentito es tuyo? Porque me ha gustado y mucho...
Y a mí.
Sí, es mío. Muchas gracias, parece que habrá que seguir leyendo a Ferlosio ^^
me sumo a tus fans ;)
Puers lo dicho, entonces y al doble; me ha gustado
Vaya, Kiryë... el cuento está genial!! aunque reconozco que lo de la culebrilla me ha dado cierto... repelús. Pero vamos, parte todo de particular relación de odio visceral para con los reptiles... brrrr
Guapa, que te he dejado un regalillo en mi blog... pásate cuando quieras a recogerlo!! ;)
Un beso!!
(Y ¡¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS!!! de nuevo)
Tarde, pero empieza ya la repartición de Premios y Manzanas...
FELIZ CUMPLEAÑOS!!!
¡El dibu está rebonito!
¿es tu cumpleaños? Pues ¡¡¡muchas felicidades!!!
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